• Retrato Andrea 1

Manifiesto

Nacimos de los ríos, de las montañas, de las plantas y los animales.

Nos formamos con todas las lágrimas que se han llorado y reído; de los abrazos, bailes, recetas e historias que algún día se compartieron; de las vidas de nuestros ancestros y del aire, la tierra, el agua y las estrellas que los contienen. 

Somos naturaleza salvaje y estrellas. Nuestros vasos sanguíneos se parecen a los ríos y caminos de agua, a los corales, a las venas de las verduras que comemos y a las hojas en los árboles que, de cerca, también contienen urbanismos de ciudades enteras. Los paisajes de afuera son los paisajes de adentro. Ser parte de algo tan grande y real como la naturaleza, el universo, tenerlo inscrito en nuestra  piel, hace humilde a la mirada y da paz al corazón. Nos vuelve sagrados e invaluables.

Pinto para detener el tiempo. En los detalles hechos de puntos, líneas, sigilos y fractales, desaparece la forma y el ego. Los estándares, estructuras y expectativas se diluyen. Los detalles nos devuelven a la pureza, a la riqueza infinita de la vida y al eterno presente.

Con mi pintura creo portales y espejos que invitan a mirar fijamente y respirar para llenarnos de la vida más pura y exuberante. Con mi obra lucho para que aprendamos a querer al otro (animal, vegetal, mineral, elemental o humano) como extensión del amor propio; para que dejemos de explotar a la naturaleza y a nosotros mismos. Para que un árbol valga más que una silla, y para que el tiempo deje de ser consumido para ser amor.

  • Foto: Rodrigo Álvarez

  • Pegaso Denoche


    Su pasión por la pintura comenzó cuando pudo tomar un crayón a los dos años, desde entonces nunca paró. Su primera palabra fue el nombre del perro y lo que más le emocionaba desde tan temprana edad eran los animales y su pureza. La pasión y curiosidad por las plantas se las dio su madre, que desde chica le pedía ir al jardín a cortar sábila para sus heridas, pero le decía que antes le pidiera permiso. Siempre sintió que ellas la protegían y la escuchaban. Su madre y la naturaleza.

    Escogió el nombre de Pegaso como su nombre artístico porque es un símbolo que secretamente la acompañaba y daba paz, tanto como pintar. Desde muy pequeña fantaseaba con volverse uno y volar libre a todos los lugares y dimensiones.

    Pegaso es una figura mitológica que simboliza unidad, imaginación, deseo y libertad. Une a la tierra y el cielo, a los dioses, héroes y mortales. Une a la Madre Naturaleza y al espíritu para poder explorar y juntar todos los reinos.

Andrea Chauvet Almazán (1985, Cuernavaca, Morelos), estudió la licenciatura en Artes Plásticas con especialidad en Pintura y Gestión cultural en la UAEM (Morelos). En el 2011 emprende como curadora y gestora un espacio de residencias artísticas en la Ciudad de México, Oficina de Arte. Éste funcionaba como una incubadora de artistas emergentes y plataforma de encuentro de los distintos agentes del arte.

En el 2014 realiza la curaduría, investigación y escritura del catálogo “Somos creadores” que reúne la obra de 200 artistas nacionales bajo la línea curatorial del viaje, paisaje, exploración y autoexploración. Éste libro es la primer compilación más grande que se ha hecho en México de artistas nacionales. En su contenido se muestra la visión contextual de 200 artistas que genera a su vez un documento del paisaje del arte contemporáneo mexicano. En el 2017 fue la curadora encargada de montar dos instalaciones artísticas para el Festival Bahidorá en donde también expuso como artista una instalación.

Como artista ha realizado algunas exposiciones colectivas en el interior de la república. En el 2011 expuso individualmente en Cuernavaca, Morelos su proyecto de titulación “Más puertas”. En el 2023 expuso individualmente en CDMX su proyecto “Superbloom” en MomoRoom. Ha trabajado y colaborado con los artistas Julius Von Bismarck, Yvonne Venegas, Grace Quintanilla, Sebastián Romo y Jan Hendrix, entre otros,  así como con las curadoras Paola Santoscoy  y Abaseh Mirvali.